Leysi Suárez no merece nada en esta vida que no sea una buena pinga. No ha nacido para estudiar, ser madre, ni siquiera para llegar a vieja. Ella, muy en el fondo, debe saber que antes que los años pasen y que el tiempo la convierta en una mamacha fodonga y arrugada, tendrà que morirse. Ese es su destino. El destino que ella escogiò, ya que podrìa haber sido una mujer normal, bonita, pero dedicada a una vida comun y corriente, de trabajo difícil y esfuerzos. Pero no. Escogió calatearse y desde entonces perdió el derecho a que se le vea con buenos ojos. Solo tiene derecho a que por su blanca piel escurra toda la esperma del mundo, a que entre sus senos haya pingas golpeando sus pezones y que entre las piernas, miles de lenguas - entre ellas la mía - azoten su clítoris hasta morir. No tiene derecho a nada más.
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